Día Segundo. 19.5.2015, martes
José R. Pedraza (Los
Escullos, Almería). Con el sol naciente como único aliado, la mañana comenzó
con todo el camping roncando. El ruido de los entelados palaciegos no nos había
permitido conciliar todo el sueño que el cuerpo pide a gritos. La noche se
entormentó, se oyó repiqueteo precipitado, crujir del suelo de madera (una
especie de palets consistentes, nada de parquets –eso es de piso modernos, no
de palacios donde la madera es material noble-). Los nervios (serían) también,…
Nos encaminamos por el
camino playero de ayer tarde. Los vigilantes (no de la playa, los del camping)
me miraron con ojos un poco dubitativos. ¡Mucha prisa tiene éste para irse tan
temprano! El sendero de Los Escullos- La Isleta nos parecía suficientemente
atrayente y a la mano como para dejar la ocasión de, en la soledad más
absoluta, subir y bajar por los promontorios y las barranqueras que a un tiro
de piedra nos separaban de tan suculenta postal. ¡Y un pescaito en la postal, no veas!
Cámara en ristre,
reportaje fotográfico de todo paraje, de toda botánica, de todo bichito. La
panorámica siempre nos ha interesado más que el microscopio. Otra cosa son los
detalles. Como no veía a nadie (literalmente ni a un/una homo sapiens en dos
horas de senderismo litoral), hice las fotos que quise. En realidad, sin darme
cuenta, me había convertido en naturalista ambientólogo sin ninguna presencia
humana, ni carga humana. Es obligado, científic@s somos tod@s, compartir el
saber (poco en mi caso) aunque en este caso sólo sea la captura de escenarios
que, por algún motivo, nos parecieron dignos de clicar (galería de imágenes, “Pre-Día
Segundo”).
A la vuelta al redil, el
ronquido se había convertido en bostezos y ojos legañosos. El camping
despertaba lentamente con el sol infantil. Dulces rayos comenzaban a dibujar la
vida de veteranos europeos de la ruta, probablemente jubilados, campistas expertos;
algunas parejas enamoradizas; familias rubias con niños platino; y la legión de
l@s treinta y tres corchú@s, probablemente, descansad@s, prest@s y deseos@s de
desayunar opíparamente para luego subir montañas, atravesar mesetas y
sumergirse en las profundidades marinas. Algún despistado infante de esta
legión a punto me hizo borrar esta última línea, más propia de mi imaginación
que del relato verídico de los hechos. Toalla al cuello, con una chancla y el
otro ojo abierto, camino de los retretes más por la caída de la calle que por
la vocación de encontrar el escusado o un lavabo al uso. En fin, fantasías.
Al rato, el desayuno se
formalizó. Buena pinta la de todos masticando al unísono. La legión se estaba
fortaleciendo. Venga tostadas con toda pringue y venga vasos llenos de cacao ‘maravillao’.
Uf, qué fuerza. El primo de Zumosol sin zumo. El sol vendría después. Ni se lo
imaginaban: grande sobre sus cabezas.
Dando las 10’30 (alguien
se quejará), salida para el norte: a la altura de Rodalquilar, la minera
aurífera famosa en el mundo entero, la de la fiebre del oro (sólo que en España
estaba al este, en vez de al oeste como California), la otra altura: La
Polacra, un bicho, una sombra. Juan Carlos, al volante, hizo lo que pudo. Se
arrimó como nadie, rozó sus faldas. En adelante, era cosa nuestra. De un golpe,
violentos, nos encaramamos en su chepa. Ganamos a La Polacra. Se rindió a
nuestros pies, como Goliat a David. La pisamos con denuedo, con gallardía. La
naturaleza hollada por el humano. El morrón de La Polacra, a la que tantas
ganas tenía de pisar, porque la conquisté siendo alumno universitario, ahora
era reconquistada siendo profesor ‘secundario’.
Queríamos trabajar el cuaderno de campo, hacer de aquel sitio el aula escribana
del día. El viento mediterráneo que en esos momentos se batía sobre aquél peñón
nos impidió el propósito. Pero una cosa quedó clara. Toda la legión subió dispuesta,
convicta. Comentarios de satisfacción se sucedieron en cada trecho. “Madre mía,
qué cosa”; “pero ¿tú has visto lo que se
ve?”; ¡Qué bonito!”; “Ha merecido la pena”. La torre de Los Lobos (XVIII) nos
sirvió de guía para saber a dónde íbamos. Satisfacción por haber superado rampas
del 12%, con curvas de herradura, un desnivel de casi 300 metros en escasos
tres kilómetros. Para cualquier geógrafo, ahora geomorfólogo, que si calizas
arreciferas, que si caldera volcánica, que si coladas magmáticas, que si abanicos
aluviales, que si….Qué sí, para estar un curso entero como ermitaño allí en
todo lo alto; como paisajista, que si las viviendas cúbicas de las alquerías,
que si la propiedad de la tierra en minifundios, que si los sistemas extensivos
de aprovechamiento, que si la literatura de Juan Goytisolo, que si las pinturas
térreas de los postmodernos, que si…Qué sí, para estar otro curso entero como
eremita allí en las alturas. Sin moverse, viendo la reserva marítima terrestre
desde ese faro inaccesible que nos dimensiona al nivel en el que Petrarca contaba
en su subida al Mont-Ventoux. Tenemos que nombrar a los geógrafos montañistas
del Guadarrama, de Peñalara, de Somosierra,…esos que hicieron de la montaña el
sitio del que quiere mirar con perspectiva de luces largas, el que no quiere
morir en los charcos.
Allí, se nos tenía que ir
la cabeza y no precisamente por falta de oxígeno (estábamos algo altos, pero a
nivel del mar en lo alto de un farallón de infarto). Convenimos en que desde
allí, un@, más allá de comprender lo que es cada elemento del conjunto espacial
visualizado, lo que tiene que sentir es que tiene derecho a poder contemplar y
tener lo que ante nuestros ojos la naturaleza había puesto, que nadie es dueño
de apropiarse de lo que puede ser bueno para unos pocos pero no para la
colectividad, de que hay cosas que son sublimes e inefables, esto es,
superiores e indescriptibles. Esa fue nuestra enajenación. El Parque Natural
merece seguir así, vivo, dinámico, pero auténtico. Todo, el Mediterráneo, el
sistema vulcanológico único, los habitantes que han sabido sacarle sabia renta
a la tierra,...merecen ser respetados porque es respetarnos a cada uno de los
que de vez en cuando nos convertimos en almerienses, en paisaje.
Bajamos conscientes de la
hazaña, sin el cuaderno relleno, pero con el corazón reconfortado (el corazón
por cierto está en la cabeza, por lo tanto, también la cabeza). El autobús que
se quedó a ‘la remanguillé’, estaba apuntando a su sitio. ‘Precaución- amigo-
conductor”, y orientación septentrional. A los cien metros, los de Hyundai
grabando un anuncio con todo despliegue de medios, y corte. ¿Las Negras o
Aguamarga?¿El Playazo? El coñazo. Como pudimos salimos del anuncio (Juan Carlos
se ilusionó pensando que “ArribasSur” podría haber salido). Hasta Hortichuelas,
Fernán Pérez, y Aguamarga, tras dejar a la izquierda todo el Campo de Níjar. De
verano, todo lleno, se ha puesto de moda (incluidos los eurofutbolistas), pero
ahora ni las gaviotas. El viento que nos impidió escribir en La Polacra nos
persiguió hasta Aguamarga, y bien que nos ‘aguamargó’.
A la vuelta, los coreanos
del coche de pruebas para el sketch publicitario, todavía estaban dando
cochazos. Otro parón. ¡Coñazo! Llamada para retrasar el almuerzo. 14’45,
tenedor y cuchillo en mano (arroz con tomate, hamburguesa, patatas fritas,
ensalada, calamares). Bien, bien, bien. Los estómagos se habían ahuecado tela.
Tiempo para darle vuelta a la bengalí y a los calcetines, y cambio de
escenario. Al Sur. En un pispás, Pozo de los Frailes, San José, y uno de los
caminos más famosos y transitados (no precisamente por céntrico) de España: “Playas
de Genoveses y de Mónsul” (éstas sí que
están vistas, pero nadie se cansa de ellas).
La tarde era lúdica. El
micrófono estuvo cerrado todo el rato, y abriendo la puerta del autocar, “fffffsssffffssfffsss”.
Las olas, como cantos de sirena, nos llamaban a su encuentro como allá por 1147
atraparon a los marinos ligures (genoveses, vamos a aclararlo), paisanos de
Colón, que dejaron su nombre para siempre al campo colindante y a una de las
estampas naturales y sociales del turismo de la “Marca” (la vieja ‘.Spain is
different’). Tarde de solaz, sombrillas inválidas, chiquill@s jugando dentro y
fuera del agua, baños de arena y de sol, tarde de casi verano con la gente que
viene en invierno. Una expedición avezada quiso ir a pie a Mónsul, abriendo
camino. Una vez más se salvaron por Eolo, su aliado. Por la mañana y al norte, no
hubo cuaderno de trabajo, y por la tarde y al sur, no fueron camino del trabajo.
Los Genoveses le ganó la partida a Mónsul.
Recogimos a las 19’45.
Penilla en la mejor hora de la tarde, pero era lo que había. Duchas, cena
(salchicha gigante, patatas, huevos fritos,…), recogida, y vamos a la cama que
hay que descansar para que mañana podamos madrugar. No me lo creo ni yo.
Día intenso. Desde el sol
naciente al sol poniente, con todo el programa visto (y parecía increíble
cuando lo trazamos), vamos a ir buscando esa tecla mágica que todo apuntador
busca cuando no tiene más cuento que contar. Con el sol poniente, las estrellas
nacientes. El ciclo de los días, días que como éste no serán muchos. Bueno
sobre bueno.
¡Ay!, la tecla. (es el
punto que está a la izquierda).
Pre-Día Segundo
Pre-Día Segundo
Que envidia sana! Que bien estáis aprovechando el tiempo. Estos viajes con todos los compañer@s y profesores son los que se recuerdan con añoranza toda la vida. Voy leyendo el blog en el movil y no se porque (cosas de las tecnologías) no me deja ver las fotos, tendré que probar en el pc; pero las que si voy viendo y descargando son las que Sonia va subiendo a facebook, estoy encantada de tener tanta información, ya quisiéramos much@s padres y madres estar tan informados con l@s de primaria que se nos van la semana próxima por tres días también a Granada.
ResponderEliminarBueno pues a por el último día y disfrutarlo al máximo. Muchas gracias.
Muchas gracias, María Dolores.
ResponderEliminarNosotr@s estamos igualmente encantados de cómo ha sucedido todo. El alumnado se ha portado fenomenal, respetuosos, divertidos, cumpliendo con sus deberes.
Era un anhelo de hace años diseñar una aventura de este tipo, lúdica a la par que educativa, por el territorio andaluz. Y el desarrollo ha superado con creces las expectativas.
Espero que crezca este modelo de extraescolaridad, y que sirva para dar calidad a la enseñanza y el aprendizaje de los chic@s. Espero que haya servido para que se lo hayan pasado bien (modestamente, creo que sí), y que haya sido un ladrillo más en el edificio escribano.
En nombre de Amalia y Sonia, agradecidos.